martes, 30 de marzo de 2010

Ovación, aplauso, silencio, abucheo e indiferencia


Estoy muy contento. Últimamente en Barcelona parece que se desperezan las cosas. En dos o tres años escasos, pese a los obstáculos de ordenanzas descabelladas y plutocracias semimafiosas, se han reemprendido multitud de saraos y espacios donde poder hacer y deshacer creativamente. Digo se reemprenden, porque es algo que siempre ha existido aquí desde el tiempo de los Quatre Gats (como poco) con una solución de continuidad más que respetable pese a los naturales bajones y subidones. A mi entender, los últimos años eran un poco más de lo mismo en Barcelona: inercia, mucha apariencia y poca chicha. Ahora intuyo que algo que todavía no sabemos qué es, quizás una nueva constelación estética, quizás sólo una nueva forma social de interactuar con el arte, está empezando a latir y viene a reivindicarse. Barcelona empieza a coger hervor de nuevo, y ya sabemos que cuando esta ciudad hace chup chup el tiempo suficiente acaba por producir cocidos gustosos y nutritivos.

Por lo pronto, los micros abiertos proliferan. De todo tipo. Abiertos a cualquier disciplina: los que organiza nunArt, los del colectivo microsabiertos vinculados a niubcn, los de Kabaret Obert, las cositas de La Makabra, los de expresArte y unos cuantos más por ahí que olvido, que paso de citar o que desconozco (que serán los más). También restingidos a la poesía: el interesante proyecto Poetry Slam BCN, los que organizan los miembros de la Xarxa PUBcn o los de Quebrantaversos (que coorganiza el menda). Cito micros abiertos, no espacios que ofrecen programación regular de poesía i micro abierto desde hace años, como el Heliogàbal o l'Horiginal, o festivales y actuaciones puntuales a lo largo del año.

Toda esa cantidad de micros abiertos y espacios de creación, sin embargo, me genera una inquietud. Está muy bien que la gente pruebe, que se foguee ante el público, que se descubra y coja impulso para crecerse en lo suyo o para pasarlo bien solamente. Pero también, los micros abiertos, deberían servir para delatar al farsante, para sancionar el fraude y para dejar en evidencia lo no ensayado o el intrusismo en cualquier disciplina artísitica. Está muy bien que todos y cada uno de nosotros tratemos de hacer algo creativo, eso nos mejora. Pero siempre desde el respeto a la disciplina en la que uno se sumerge, a sus predecesores más válidos, a los contemporáneos que más han trabajado en ello, a uno mismo y, sobre todo, sobre todo, al público, que no tiene un pelo de tonto aunque a veces lo parezca.

Y lo parece porque el público en estos micros abiertos lo aplaude todo. Absolutamente todo, en plan plató televisivo. Es verdad que no siempre con la misma intensidad; la ovación queda reservada a lo que de verdad ha gustado y el aplauso a secas a todo lo demás; es la cota mínima. Quien ha saltado a la palestra y ha realizado una mala actuación agradece este favor. Pero yo pienso que en realidad es todo lo contrario y que el público, una vez estafado, lo que hace es estafar al supuesto artista a su vez, cayendo a su mismo nivel de bajeza. Lo jodido es que por regla general éste no sólo no se da por aludido de su mal show sinó que encima se crece por esos aplausos de postín y quiere repetir. La falta de crítica o de estímulo frente al obstáculo de un público exigente que no regala el aplauso le impide crecer. Yo no digo que haya que abuchear al personal y hacer leña del árbol caído; pero si el árbol ha muerto o era de cartón piedra, no hace falta alzarlo de nuevo y simular que no ha pasado nada. Entre el aplauso y el abucheo está el silencio; no la indiferencia (esa que implica charlar de otra cosa con el de al lado a la mínima que se acaba el tormento), pero sí el silencio, el murmullo, las caras de circunstancias (en el público siempre anónimas para el que está arriba) y si hay aplauso que sea como símbolo de un pasar página y no como recompensa envenenada.

Si el público se empezara a respetar a sí mismo y a modular los matices del aplauso y el abucheo, haría que el que participa de estos saraos, que para eso están y que celebro muchísimo, reaccionara, se preguntara, comentara con ganas al finalizar, buscara con sed el acto de amor que siempre es la crítica y creciera en lo suyo cara a próximas actuaciones. Siempre que de verdad lo suyo fuera arte y no hacer el pamplinas.

domingo, 28 de marzo de 2010

Sentencia de la expulsión de Adán o Veredicto del caso Sísifo


Esto ocurrió el viernes pasado. Y digo ocurrió porque es una improvisación que nos marcamos los músicos de La Banda Lavanda y el menda en ExpresArte, una historia que lleva una tal Maisa, chica simpatiquísima y motivada donde las haya y que abre una vez al mes espacios para todo aquel que quiera probar sus cositas. Pues eso, al final de los bolos respectivos del personal (un mago, un pintor, un par de guitarristas clásicos, una bailarina...) cada uno con una patilla de mayor o menor tamaño, nos dejaron probar a nosotros un solo poema para ver cómo podríamos funcionar juntos. Eso es, no hay nada ensayado y nuestra patilla fue la mayor de la noche; yo había bebido ya mis dos o tres cervezas y me salté algunos versos del poema...

Pero quiero aprovechar para contar algo singular de este poema. Fue escrito en Madrid, en el parque del Retiro, la mañana del 11 de septiembre de 2001. Yo todavía no sabía nada de lo que estaba a punto de suceder, claro está, pero me estuve peleando con dos versos que hablan de soldar nuevos esqueletos de metal en Nueva York y pilotar reactores por los puentes de aire internacional. Al final los dejé por un tema de ritmo y de estrofa aunque no tuvieran mucho sentido ni mucha carga. A las pocas horas, el ataque con aviones a las Torres Gemelas se lo daba. Escalofriante pero verídico. Sinó no lo contaría. Con el tiempo se ha convertido en mi poema fetiche, le tengo un cariño especial.

sábado, 27 de marzo de 2010

Me falta de ti...

(Sí, ese de la foto soy yo con tres años o así)

Hoy cuelgo un poema, escrito hace casi diez años, que me ha dado últimamente por sacar a pasear de nuevo en recitales. Es curioso, creo que ahora tiene más aceptación que antes. Quizás porque la voz que lo lee es más madura y cuela más la ironía que se gasta. No habla de una chica concreta, sobra decirlo, sinó de cómo el amor no está en la posesión sinó justamente en todo lo contrario. Es uno de los poemas que saldrán tarde o temprano en esa edición de lujo que un día haré de mis versos. Ya sabéis que para publicar negro sobre blanco sin más, yo no talo un solo árbol y uso el internet. Quien quiera mis poemas, aquí tiene algunos. Y si quiere más, que me mande un mail y le saldrán gratis en digital.


No te confundas, no soy ciego, ni esclavo de tu belleza y tu compañía, sé de tu egoísmo y soy consciente de que no me ofreces todo lo que necesito.

Me falta de ti, por ejemplo, que vengas a revolcarte por el césped y no te importe mancharte o rasgarte esos conjuntitos que orgullosa me enseñas, y que en verdad te sientan tan bien, pues te sabes vestir para cumplir con tu repertorio de posturitas de “aquí no que me ensucio” y “cuidado que es un pantalón blanco”.

Me falta de ti que dejes de mascar esa porquería de chicles de eucalipto y empieces a fumar como dios manda tabaco negro español y dejes de recriminar mis malas costumbres y de fijarte en la mancha alquitranada de mis dientes.

Me falta de ti que bailes los atávicos ritmos electrónicos, ruidos dices, y verte sudar mares de satisfacción y mente en blanco, y verte empujada a golpes por el oleaje incontrolado de la marabunta danzante hasta perderte sin importarte.

Me falta de ti que te apetezca ahogar tus posibles penas en litros de moscatel un martes cualquiera por la noche, en aquel bar donde van todos los desamparados los martes cualquiera por la noche.

Me falta de ti que sepas el nombre de los metales y la estructura atómica del permanganato de potasio o las ecuaciones básicas de la trigonometría.

Me falta de ti que abraces a mis amigos cuando no te veo, que quieras serme infiel sin decírtelo a ti misma, y que tenga que controlar cada movimiento que haces y con quien vas y porque te sientas allí y no aquí en una mesa llena de machos fuertes deseosos de quitarte las bragas a tirones.

Me falta de ti que quieras devenir puta por una noche y te dejes follar como mi perversa imaginación desea, eso es, sin dureza, con todo el romanticismo del mundo, y te pueda acariciar los pechos y decirte a la oreja lo bonitos y tersos que los tienes y decirte que me ponen tan caliente.

Me falta de ti que empieces a ir por la calle sin esa arrogancia que te hace insoportable a la primera impresión, y que consigue que cada vez que te miro me recuerdes por un momento a una princesa rusa salvada de milagro de manos bolcheviques.

Me falta mucho de ti, muchas cosas que no me sabes o quieres o puedes dar.

Es por eso quizás que te quiero, que puedo esperar con ansia el momento de verte. Me regalas tanto que aprender, y tanto que disfrutar yo solo descansando de ti y de lo que te falta...


miércoles, 24 de marzo de 2010

El reto del Internet 3.0

Se dice que el web 3.0 traerá consigo una nueva forma más directa y cotidiana para el usuario de relacionarse con la red. Será mucho más accesible, la tendremos literalmente hasta en la sopa y nuestra relación con ella será mucho más directa y desenfadada, más oral y menos escrita, más amigable o más pragmática según se quiera ver. Pero hay otro reto que el Internet 3.0 deberá resolver y que atañe justo a lo contrario: al peso y a la permanencia de todo lo generado directamente en formato digital y no analógico.

Nuestra cultura, hablo de la Indoeuropea especialmente, se ha fundamentado históricamente en la escritura y en su valor añadido de permanencia respecto a la palabra oral. Desde el derecho, que ya en Roma exigía que todo figurara por escrito para considerar siquiera su existencia (contratos, testamentos, nacimientos, defunciones, juramentos...); hasta la teología (sea hebrea, cristiana, islámica o incluso védica) que centra sus esfuerzos en la interpretación de textos cuyo origen se atribuye de forma más o menos directa a la divinidad como un mecanismo de alzarlos por encima de la incertidumbre lingüística inherente a la comunicación entre humanos y darles un mayor rango: recordar cómo es Dios quien revela el Corán a Mahoma, cómo el Mahabarata es dictado por Vidura a Ganesha o cómo Romano el Mélodo empezó a componer sus himnos litúrgicos, todavía hoy usados por el cristianismo ortodoxo, tras obedecer a la Vírgen y comerse unos rollos de pergamino emulando al Jacob del Antiguo Testamento que comiera ascuas ardientes.

En esta civilización cuya piedra angular cultural es el código escrito aparece Internet. Por más que digeran los agoreros al principio se ha demostrado que la red no sólo no ha acabado con la escritura sinó que la ha fortalecido hasta límites insospechados a todos los niveles. A nivel lingüístico la creación de signos como los emoticonos, entre otros muchos fenómenos nada desdeñables como las abreviaciones, suponen un hito comunicativo enorme: jamás se habían expresado de un modo tan espontáneo y directo emociones pasajeras que tienen validez sólo mientras duran la emisión y la recepción primeras del mensaje, nunca más allá. El presente plasmado en un texto se acorta, a cambio éstos se multiplican sobremanera. El género epistolar está más en boga que nunca, nuevo, cambiado, pero contrariamente a lo que pronosticaban los cenizos, se usan hoy día muchísimos más estimados y atentamentes que hace apenas diez años. Las bandejas de entrada de gmail son bitácoras de a bordo de cada uno de nosotros que en muchos casos cuentan ya con años de palabra escrita. El periodismo ha entrado en un espiral ascendente por el que puede que encuentre la salvación a su miserable y mezquino estado actual. Con un click puedo consultar ediciones facsimilares digitales de autógrafos de prácticamente todos los autores importantes de nuestra historia, leer más tipografías de las que disponía en cualquier gran bilbioteca estatal. Y la lista sería inmensa.

Y aquí es donde entra el reto. La permanencia casi inalterable de lo escrito sobre arcilla, cera, roca, plomo, papiro, pergamino o papel permitía que nuestra civilización la usara como prueba de lo acontecido, de lo pactado, de lo pensado o de lo cantado. La idea de universalidad hubiera sido imposible sin esta característica, pues la posibilidad de identificación con algo escrito hace varios siglos o en otras latitudes induce a concebirse como humano entre humanos además de como indivíduo a secas. Pero hay una serie de hechos que sí que podrían poner en jaque los cimientos epistemológicos de nuestra civilización. La duración de lo escrito.

No hay nada más volátil que un conjunto de ceros y unos cuya posibilidad de mantenerse vivos y perdurar en el tiempo es que sean copiados una y otra vez hasta la saciedad. Un poco lo mismo que pasaba con los manuscritos de la antigüedad durante el medievo, que si no pasaron por manos de un copista lo más probable es que se perdieran definitivamente, pero a una escala más colosal en cuanto a volúmen de lo escrito y mucho más corta en cuanto al tiempo de reacción. La vida de un texto en papel o en pergamino puede ser de unos varios centenares de años según la conservación de la que goce el soporte donde esté. El proceso de desintegración de la información almacenada en discos duros o cds, por contra, no pasa de unos pocos lustros siendo muy generosos. En el caso de un mail de trabajo o una felicitación de Navidad esto no será nunca un gran problema. Pero en el caso de obra artística, científica o filosófica la cosa se complica. Y en el caso del papeleo administrativo podría llegar a ser un problema de dimensiones dantescas en unos pocos decenios, cuando haya que ir a por aquel papel o aquel certificado para probar vete a saber tú qué cuestión o defender tal caso ante el juez y resulte que ya no quede copia digital alguna porque los soportes se han dañado rápidamente y no se han hecho más copias. Dado el ritmo de crecimiento exponencial del uso de lo digital a través de internet y el desuso de los formatos analógicos, este colapso podría llegar mucho antes de que lo veamos venir si no nos ponemos las pilas pronto. No es un reto para un Internet 4.0 o 5.0. Es un reto para ya.

martes, 23 de marzo de 2010

El culto a la sangre de horchata


De un tiempo a esta parte está de moda (porque esta actitud pueril no tiene más rango que el de moda), rechazar todo aquello que de un modo u otro se identifica como un símbolo de la violencia. No se rechaza la violencia o sus efectos nocivos, se rechaza todo aquello que puede usarse como chivo expiatorio de los efectos destructivos de la misma. Esa actitud, salta a la vista, no sólo es violenta en sí misma, sinó que además es de cariz asalvajada y casi fascista (en el sentido de que impone rangos al derecho a existir de las cosas del mundo).

Se ha llevado hasta tal punto lo grotesco de esta conducta pretendidamente pacifista, que se ha llegado a criminalizar a un museo de la historia militar (¡un museo!) como algo violento y nocivo en Barcelona. Lo único que sé es que en ese museo se exponían objetos históricos de alto valor didáctico y maquetas valiosísimas, amén de arte militar con cierto valor estético. Todo ello, de un plumazo (o más bien de un manotazo), ha quedado violentamente relegado al muladar en forma de almacenes que regenta lo políticamente correcto para tapar sus vergüenzas y gestionar su hipocresía. Entre otras cosas, el museo explicaba las tácticas militares, los usos en la lucha y los códigos éticos que fueron rigiendo las guerras a largo de la historia. Ese museo enseñaba que, contrariamente a lo que pasa hoy día en las guerras libradas por esos políticos que se llenan la boca de la palabra paz, éstas tenían su código de honor y unas reglas de conducta variables según la época que evitaban, entre otras cosas, que se matara a civiles de forma masiva (como pasa ahora), que se usaran escudos humanos (como pasa ahora), que hubiera mecanismos de intercambio de prisioneros en lugar de ejecutarlos a las primeras de cambio o torturarlos (como pasa ahora) y que permitía a la Cruz Roja (organización de origen eminentemente bélico, no lo olvidemos) entrar al campo de batalla (no a la ciudad de batalla) de forma neutral (algo que ya no pasa ahora que está sumamente politizada en los conflictos).

La violencia no es una calidad que se tiene o no se tiene, es una substancia del propio mundo, algo que lo integra. Hasta un oso de peluche ejerce violencia en su existir cuando ocupa un lugar en el espacio impidiendo que sea ocupado por otro. En todo elemento de la naturaleza existe una guerra que le permite sobrevivir o sucumbir definitivamente. El diálogo, precisamente, es una forma culturizada de la violencia intrínseca a la toma de decisiones políticas que afectan al orden social. ¿Dónde está el diálogo hoy día? En ninguna parte. A cambio: insultos, preopotencia, oligarquías, plutocracias y demás miserias pueblan los recovecos de la política actual.

No es posible una cultura de la paz si no se entiende que esta es también una cultura de la violencia. La Convención de Ginebra o los Derechos Humanos, hoy día absolutamente prostituidos ambos, fueron hitos de esa culturización de la violencia humana en su forma más deplorable, la de la guerra, precisamente, para encauzar y evitar en la mayor medida posible sus peores estragos. Negar la violencia y quemar sus símbolos modernos (arbitrarios siempre) en la hoguera de las cazas de brujas del XVII es una forma de barbarie, de ningún modo eso es pacifismo. Como no lo es la recién disculpa por carta de Ratzinguer (como si estuviéramos en el siglo XIX y no existieran teléfono, internet e investigación policial moderna) en lugar de una actuación diligente y violenta, y culta, contra los hijos de la gran puta que abusaron de su poder eclesiástico para satisfacer su lujuria con niños de medio mundo. La sangre de horchata es la máscara más lograda del fanatismo excluyente y de la imposición de aquello que la cultura no toleraría de ninguna de las maneras.

Esto no es una reivindicación del revanchismo, de la guillotina, de la pena de muerte o de lo paramilitar. Todo lo contrario. Yo también sueño un mundo sin guerras, ejércitos ni dolor. Sólo digo que el camino para lograrlo pasa por culturizar, por civilizar, aquello que forma parte de nosotros. Marcar claramente cuáles deben ser los límites de la violencia para que, a poder ser, jamás vuelva a pasarse de las palabras a los puños y que si se pasa, sea en un cuadrilátero y no en una fiesta mayor de pueblo con niños de por medio, por ejemplo.

Giordano Bruno escribió en su día que la importancia de las cosas, aquello que al fin y al cabo conformaba su ser, no estaba en ellas mismas sinó en los vínculos que se establecían entre sí y en la calidad de los mismos. Las matemáticas hace tiempo que trabajan con 'f(x)' (función de x) y no con variables 'x, y, z' para construir los modelos que luego nos sirven para calcular tensiones, fatigas y esfuerzos en los edificios, en las células tumorales o en la investigación astronómica. La violencia civilizada convirtió en héroes a Aquiles con la espada y a Ulises con la lengua. La violencia asalvajada fue lo que conviertió en mónstruo a Hitler, tanto en la lengua como en la espada. El culto actual a la sangre de horchata es la pantalla detrás de la cual se esconde la peor bomba de relogería. Como escribiera Gregory Corso en Gasolina: ¡Bomba! No puedo odiarte. Acaso odio la quijada del asno, el tomahawk...

lunes, 22 de marzo de 2010

Aído devorando a sus hijos

Tengo 30 años (me faltan dos meses). Hijo de progres trabajadores, en mi casa fue mi padre quien me enseñó a planchar la ropa, a poner lavadoras y a soldar tuberías. Luego, esto último, también se lo enseñaría a quien es a día de hoy mi pareja. Mi padre, junto a mi madre, claro está, fue y sigue siendo un pionero del feminismo viril. Él, como yo ahora, no ayuda en casa, él cumple con su parte de las tareas comunes desde la corresponsabilidad.

Como no podía ser de otra manera, fui a un colegio público con aulas mixtas donde me enseñarían, entre otras cosas, no el respeto o la tolerancia, sinó el amor a la diferencia, sólo desde ahí podía tejerse la igualdad del grupo y desde ahí la tejimos. Nunca una compañera fue menos en el plano intelectual o deportivo, jamás de los jamases ninguno de nosotros toleró discriminación alguna a cualquiera por razones de sexo, religión, doctrina política o capacidades individuales. Ese sentimiento de hermandad e igualdad nos ha acompañado a la mayoría de nosotros hasta nuestros días.

Cuando tuve a mi hijo, hace ya dos años y medio, viví en primera persona todo el embarzo de mi pareja. Ella ponía su parte y yo debía poner la mía, diferente, para igualar las cosas en los planos laboral, doméstico y vital. Ella llevaba consigo un peso más y yo debía contrarrestar esa situación haciéndome cargo de otros que en otras circunstancias le tocarían a ella: equilibrar la balanza. Por supuesto, fue ella quien parió y esto no lo iguala nada. Ella fue quien vivió algo que yo, por suerte o por desgracia, difícilmente aprehenderé jamás. Pero puedo decir que también yo estuve 28 horas de parto, mi parto, diferente, muchísimo más liviano que el de ella, pero un parto de 28 horas al fin y al cabo al pie del cañón. Un general y un soldado no viven la misma guerra pero ambos la conforman. Más tarde, con pocos meses de vida y mientras su madre viajaba aquí y allá para seguir con su trabajo de investigadora, me encargué de amamantar con su leche, previamente congelada, a nuestro hijo. ¡Cuánto deseé poder darle el pecho directamente entonces! Pero eso, como el parto, tampoco hay nada que logre igualarlo. Mi mayor éxito en la vida a día de hoy es ver que para mi vástago madre sólo hay una, y padre también. Por la noche, cuando tiene miedo, nos llama indistintamente al uno o al otro.

Pues bien, pese a practicar la igualdad en la diferencia durante toda mi vida desde la víscera y los cimientos de aquello que soy, resulta que a día de hoy todavía me toca pagar el precio de no sé qué compensaciones. La señora Aído, Mr. Zapataca y toda su cohorte, han decidido que a las mujeres les corresponden ventajas de todo tipo por el mero hecho de serlo. Conciben la sociedad actual como la continuación de infiernos de desigualdad anacrónicos o pertenecientes a generaciones anteriores. No digo que toda la mía sea un dechado de perfección (que sigue habiendo mucho machista cabrón), pero sí digo que aquellos que ya cumplimos con nuestra parte hoy día, no tenemos porqué pagar los desequilibrios de nuestros abuelos (fomentados por el régimen franquista con sus políticas, exactamente lo mismo que hoy hace el Ministerio de Igualdad).

¿Por qué una mujer en paro puede pedir una ayuda para creación de negocio de 5000€ y un hombre, al que llaman parado en general (quién más nos queda) sólo puede pedir 4000€?
¿Por qué existen becas a la creación, a la investigación, al desarrollo, a la formación de empresa, a la contratación, al deporte y a la promoción sólo destinadas a mujeres sin que existan siquiera sus equivalentes para el individuo en general?
¿Por qué una mujer discapacitada recibe 9000€ en subvenciones por montar una empesa y un hombre discapacitado sólo 8000€?
¿Por qué una mujer que quiere hacerse autónoma puede capitalizar hasta el 80% de su paro hasta los 35 años y un hombre sólo hasta los 30?
¿Por qué una mujer que concilia maternidad y vida laboral cuenta con una ayuda de madre trabajadora y un hombre no si ya se reparten ellos los esfuerzos, que es el objetivo?
¿Por qué los casos de separación y adjudicación de la custodia y patrimonio familiar son tan delirantes?
¿Por qué en ese Ministerio de Igualdad, según la misma Aído, el 75% de los trabajadores son mujeres mientras en los demás se aplica la ley de paridad?
¿Por qué... (¿Sigo?)

Porque la señora Aído, Mr. Zapataca y toda su cohorte son el último bastión que le queda al machismo más recalcitrante y desde donde se lanzan las soflamas del hembrismo más fanático. Son gente de mirada sucia que sigue pensando que vive en un orden social de hace cincuenta años y a partir de ese esquema siguen actuando, a ellos les viene que ni pintado que perviva todo ese mundo, del mismo modo que Superman siempre necesitará del malo maloso para tener razón de ser y a ZP ya le iba bien la tensión depravada y casi criminal del PP durante las elecciones.

No me digáis que es una cuestión de compensación histórica. No me digáis que practico el posmachismo. Y no me digáis que todavía quedan muchas desigualdades por resolver (que seguro que sí). Nada de todo eso justifica tamaño agravio a la igualdad entre los individuos que estos políticos de mente estrecha han institucionalizado (eso es lo más grave), con sus leyes, decretos, ayudas y ministerios. El feminismo tiene una organización muy sólida fruto de años de lucha, mi mayor sorpresa en todo este asunto es que no haya usado ya su poder de convocatoria y de acción para ir ante el Ministerio de Igualdad masivamente y exigir que ese Saturno llamado Aído no se lo coma a bocados y eche por los suelos sus grandes logros. Hasta que no haya una manifestación mixta pero con mayoría de mujeres pidiendo igualdad, no se hará igualdad. El hembrismo es tan nocivo como lo es el machismo. Es el momento de que el virilismo emerja como una corriente más del feminismo para darle el último arreón. Eso nos atañe a todos.

viernes, 19 de marzo de 2010

La seriedad del niño cuando juega


Nietzsche, en Más allá del bien y del mal, suelta una frase que ha hecho fortuna en las puertas de WC de medio mundo y en las horribles compilaciones de citas: La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.

Sin embargo, ¡cuántas veces no se esgrime el juego y la despreocupación de la niñez para justificar lo mediocre, lo mal hecho y lo inacabado! En poesía tenemos que escuchar y ver puesta en práctica esa aberración demasiado a menudo. Cuando mi hijo me dice que una huevera de una docena es un autobús, realmente, sin lugar a dudas, aquello es un autobús, no una huevera. ¡Y un autobús hace pip-pip, de ningún modo pup-pup o piiiiiiip! Se enfada muchísimo si uno se aparta de las reglas del juego y del mundo que se da por establecido mientras éste dura. Luego, la huevera, volverá a ser una huevera.

Al madurar, la gran diferencia, es que ya no jugamos con una huevera sinó con un autobús de verdad. La huevera no dejará de ser una huevera, o se tiene un autobús o se tiene una huevera; o es, o no es. Entonces, más que nunca, un autobús debe ser un autobús y debe hacer pip-pip y no pup-pup ni piiiiiiip para que podamos jugar con él como tal. Y un poema debe ser un poema, no un chiste fácil, ni un buen verso acompañado de paja de relleno, ni prosa recortada, ni un trabalenguas, ni, por supuesto, un conjunto de sílabas absurdas sin ton ni son. Un poema debe ser un poema, con toda la seriedad que este juego merece. O lo es, o no lo es.

martes, 16 de marzo de 2010

La voz en la poesía (que no la voz poética)


Pensaba: no sé si existe una buena historia de la declamación poética. Sería interesantísimo. Entiendo que se trata de un estudio lleno de interpretaciones a partir de textos y testimonios de segunda y de poquísimos documentos sonoros. Algo similar a lo que pasa con la historia de la música cuando nos remontamos más allá de la creación de los diversos códigos de notación.

Lo pensaba a raiz de la adquisición para la librería de la antología de Thomas Moore (1779-1852) publicada en Filadelfia en 1830. Un ejemplar que, además de curioso, es raro de narices. Para quien no conozca el autor: fue un imporantísimo poeta irlandés de cariz (podríamos decir anacrónicamente) folklorista; amigo de Lord Byron, fue él quien destruyó sus memorias bajo la insistencia de la familia de éste (hacer de Max Brod no siempre es fácil). En el prólogo de dicha antología, Moore, el romántico, deja perlas como estas: "It has always been a subject of some mortification to me, that my songs, as they are set, give such a very imperfect notion of the manner in wich I wish them to be performed, and that most of that peculiarity of character, wich, I believe, they possess as I sing them myself, is lost in the process they must undergo for publication". I más adelante: "In singing them myself, however, I pay no such deference to crticism, but usually give both air and harmony, according to my own first conception of them, with all their original faults, but, at the same time, all their original freshness".

Este es un testimonio de primera mano de un escritor que, probablemente, fue también un gran rapsoda. Algo que no puede decirse de la mayoría de poetas, que suelen leer mal, o muy mal, sus propios versos. Baste escuchar, a modo de ejemplo (podría dar muchos), las grabaciones de Pablo Neruda, cuya poesía tiene como mérito principal (dicen los críticos) su musicalidad...

El poema, negro sobre blanco, pierde la mitad de su cuerpo, la mitad de aquello que es, pero el lector no se ve asistido tan siquiera por un código de andante con moto o allegro ma non troppo que le guíe cuando se enfrenta con su forma escrita. Por suerte, el rapsoda exisitió siempre, a pie entre el intérprete musical y el actor, para asistir al anquilosado poeta de folio en escritorio. Los hubo de muy exitosos en cada época.

Gracias al desarrollo tecnológico, a partir del siglo XX conservamos grabaciones en discos de piedra y vinilo de algunos. Hoy, superado el gramófono, corren sus voces por internet gracias a proyectos como Declamando, donde encontraréis entre otras, la de la gran Gabriela Ortega recitando a Lorca. O el Aula Màrius Torres, dedicada a la literatura catalana, donde puede escucharse al actorazo Enric Borràs declamando a Maragall.

Podrán gustar más o menos los poemas. Podrán gustar más o menos los estilos y cadencias según época y latitud. Pero está claro que, como en todo arte, la posibilidad de contraponer posibilidades expresivas sólo puede ser enriquecedora. Hoy lo digital ha facilitado que la poesía salga con renovado ímpetu de la página y se difunda en ceros y unos y vibración sonora. Se impone una historia exhaustiva y rigurosa de este arte.

domingo, 14 de marzo de 2010

Del árbol al cajero, el tranco y la intemperie


La historia humana, según se mire, es hermosa porqué sí.

Resulta que unos homínidos simiescos, un buen día, probablemente debido a la deforestación de su hábitat, decidieron bajar de los árboles y ponerse a andar con la cabeza erguida por el mundo. Dicen los que saben de eso que las primeras cabañas eran la recreación del confort de la copa de los árboles. Luego vendrían las cuevas, el adobe, la piedra y la calefacción central.

Todo esto, dicen los que saben, no habría sido posible sin la colectividad y la agricultura, que también traería las guerras (quizás por eso Dios prefirió a Abel y no a Caín). Todavía muchas poblaciones del mundo, de Suecia al Amazonas, de un modo u otro, conservan la costumbre de ayudar a construir la casa a la nueva pareja. Los hospitales medievales supondrían un avance importantísimo en Europa para la articulación de un sociedad más compleja y rica; casi tan importante como la reforma del Císter. Incluso los Ayuntamientos democráticos modernos deben su origen a las casas comunales, construcciones polivalentes que suplían las necesidades puntuales de los miembros del colectivo y eran de todos sin ser de ninguno. Las ciudades, en suma, son la expresión última de esa civilización que bajó de los árboles a coro, a coro se puso a andar y a coro cantó a su destino. Si tú no estás bien, yo no lo estaré.

La historia humana puede ser muy hermosa, según se mire.

Cada vez que veo a alguien dormir en la intemperie o vivo el estrés y la desazón de familias rotas y amores exhaustos por unos metros cuadrados a precio de caviar, me pregunto qué coño hemos perdido. No hablo de pisos vacíos y precios de abuso, ese es el lado grotesco del asunto. Hablo de aquella manera de entendernos, humanos, que nos hacía apreciar el bien común en el caso particular para lograr la suma y el efecto dominó. Como una sonrisa produce otra sonrisa y un bostezo otro bostezo. Si yo te alzo seremos dos para alzar al tercero y luego tres para ir a por el cuarto... y así crece el cigoto en suma exponencial de células.

Un cajero es tan grande como el comedor, el living-room, de un hogar. Un concesionario de coches es más ámplio que un laboratorio que lucha contra el cáncer. Una cama no son más que dos metros cuadrados, siempre habrá espacio para otra. Nadie, ni el recién llegado, debería dormir en la calle. Que el día después de la primera noche aquí del inmigrante, éste sonría y mire al futuro a la cara sin miedo. Eso es para el bien de todos, para el mío y para el tuyo. Que una pareja que se ama, que un artista que quiere dar, que un joven emprendedor, que un lobo estepario que sólo quiere ejercer su legítimo derecho a vivir en paz, no vean cortadas sus alas so pretexto de un bien común que no les contempla y, que por lo tanto, es sólo bien de algunos.

Ahora, más que nunca, papeles para todos, vivienda para todos, un mundo para todos. Espacio hay de sobra, civilicémoslo.

Que la historia humana siga siendo, según se mire, hermosa porqué sí.

viernes, 12 de marzo de 2010

De mi affaire con Quevedo


Me lo preguntó un buen amigo mío, un hebreo errante que de lustro en lustro encuentro. Y Orlando me lo comentó más de una vez. ¿Por qué nunca había sacado tajada, pasados los siglos, de mi íntima relación con el gran Quevedo? Aprovechar mis conocimientos para escribir sobre él, publicar algunos de los documentos inéditos que poseo todavía, tirar de las relaciones y del empaque que da haber estado con un mito... En fin, todo el manual de la bazofia arribista. Emily Dickinson había fallecido recientemente cuando hablamos por última vez del asunto. Zanjé el tema de una vez por todas con unos versos suyos: How public, like a frog / To tell your name the livelong day / to an admiring bog!

Después de siglos de mantener en sagrado secreto mi affaire con Quevi (así le llamaba cariñosamente), ahora, un periódico de tirada nacional hace público nuestro romance. Parece que la prensa del corazón se hace llamar prensa cultural cuando han pasado ciertos años del suceso a relatar. No contentos con pregonar a los cuatro vientos mi vida privada, han publicado el soneto, ¡mi soneto!, el que sale en la página escaneada que adjunto, el que Quevi me escribió durante el período más hermoso de nuestra relación, allá en la Torre de Juan Abad. Para él aquellos años fueron prisión a veces, para mí fue un jardín inmenso de ingenio y verbigracia literaria. Algo que guardaba para mí mismo y que no quería mancillar.

Nuestro amor siempre fue algo platónico y apenas carnal. Si el bueno de don Francisco supiera ahora que su tierra entera anda maldiciente al corriente de su amistad con un mozo, se pondría las manos a la cabeza y arremetería a pluma y espada contra todo aquel que osara insinuar algo pecaminoso. Para esas cosas era muy castizo el hombre. Espero sepa disculpar mi falta. Me dijo que guardara este soneto, que era demasiado para que algunos lo entendieran y que debía ser nuestro secreto. Creía que no quedaban copias ya salvo las mías. Pero la joven investigadora María Hernández lo ha sacado a la luz, algo que no le recrimino, y lo ha publicado en la prensa rosa, algo que no le voy a perdonar en toda mi larga vida.

lunes, 8 de marzo de 2010

Joan Quitllet i Olió - In memoriam

Gustav Mahler - Joan Quitllet i Olió

Qui em coneix sap que he tingut sempre mala sort amb els mestres. Fos pel meu temperament autodidacta, fos per la meva inclinació a qüestionar-ho tot o fos perquè mai n'he sigut mereixedor, el cas és que he vagarejat durant anys anhelant la guia d'un ànima afí que fos referent, concell i esbroncada alhora. No he tingut mai un guia literari ni un padrí, però puc dir amb orgull que vaig ser amic, durant els anys que la diferència d'edat ens ho va permetre, de Joan Quitllet i Olió, artista polifacètic, golfo quixotesc, don Joan, bon vivant, pioner de la ment oberta, punta de diamant, amic dels seus i mestre rondinaire. Va morir avui fa un mes, als seixanta-cinc anys, poc després de jubilar-se.

No va ser algú famós, però eren molts els prohoms que l'estimaven, més encara els qui el respectaven i uns pocs els qui el temien. Si el meu arxiu sortís a la llum em matarien, m'havia dit més d'un cop referint-se a la quantitat de secrets que amagaven els seus negatius fotogràfics. Però en Quitllet era un senyor. Sobretot un senyor i mai de la vida hagués traït la confiança d'aquell que li va prestar.

¿Que qui era en Joan? D'acord, aquí deixo explicat allò que en sé.

Fill de Sant Gervasi, del carrer Santaló, el seu pare (home recte) regentava l'òptica Olió a les Rambles de la Barcelona de postguerra. A través de les lents d'aquella botiga en Joan veuria desfilar la ciutat durant anys. Els marines yankis i les seves disputes amb els gitanos; els torrats genials i els torrats a seques; els pollastres de família bé i pis a la Barceloneta; els de Diagonal amunt jugant a nens rebels; els cabrons de qui mai va oblidar la cara que aprofitaren el feixisme per ser més cabrons. Però en Quitllet era artista i no pas botiguer.

Va estudiar a la Massana (penso que em va dir) i va anar perfilant traç i traça pels carrers d'aquella ciutat fins que, encara jove, va fer-s'ho per sortir del país i anar a París. En va tornar sobtadament al cap d'uns anys quan el seu germà va morir al País Basc per una més que probable negligència mèdica. En Joan va haver de fer-se càrreg del negoci familiar durant un temps. Per un altre això hagués estat el final. Per en Joan només va ser el principi.

No faré una biografía (no sóc jo qui podria fer-la), però diré només que va ser a totes les salses i freagaos de la ciutat durant molts anys, tant artístiques com canalles, guanyant-se sempre l'admiració d'uns i altres. Cambrer de bars de senyores; acompanyant de pollastres d'edat avançada; pintor i fotògraf encomiable; creador d'una de les primeres Herriko tavernes al Pais Basc, d'on va haver de fugir per cames; mentor anarquista de Salvador Puig Antich (seva era la foto del cartell de la película); pare de dos secretaris (ell, l'Eugeni, dissenyador genial i ella, la Raquel, suport de l'ànima i mare treballadora dels seus nets); cuiner de la marina mercant i fundador del seu Sindicat Lliure; fotògraf del costat fosc de la Gauche Divine; trapichero del que fes falta; mesies de la sopa de pedra dels hippies a la Ibiza dels seixanta. ¡I el que em deixo!

No he tingut sort amb els mestres però puc dir que vaig ser amic d'en Joan Quitllet i Olió. La primera vegada que ens vam veure ens vam barallar com a xinos, no podia ser d'una altra manera. Un vell rondinaire tocant els collons a un jove estressat i rondinaire. Ens vam entendre de seguida. No puc dir, però, que en Quitllet fos el meu mestre. En Quitllet sempre deia que ell aprenia dels joves i dóno fe que era veritat. En Quitllet va morir jove, n'estic segur i si llegís això que avui li he escrit se'n fotria de mí i em fotria un calvot. Referent, concell i esbroncada.

viernes, 5 de marzo de 2010

Del meu jo llibreter - Llibreria Fènix


Fa un temps em vaig despertar de nit. Plorava. No estava especialment sobresaltat. Però plorava. No em sentia afligit ni especialment trist un cop despert. Eren llàgrimes del somni. Rastres d'una angoixa onírica. I el malson, res de l'altre món: jo havia acabat la carrera, havia fet el CAP i ara era professor de secundària. Les dues primeres parts eren certes, jo havia acabat la carrera i havia fet el CAP. Però encara no era professor de secundària. De fet, encara seguia sent un no-tant-jove treballador precari. Les meves opcions professionals passaven per ser professor de secundària, malviure entre editorials i recitals de poesia o fer un salt a la piscina i provar sort amb la meva passió. Aquelles llàgrimes van decidir per mí. Estic segur que sortien de la porta d'ivori dels somnis i no de la d'òs.

D'això ja fa un temps. Ara mateix, malvisc entre editorials i recitals de poesia però ja puc començar a dir que sóc llibreter de vell. Estic cada cop més convençut de no haver-me equivocat ara que el nogoci comença a créixer i a donar els seus fruits. Haig de confessar que per falta de costum, al principi, això de guanyar diners sense un patiment associat o un sentiment d'alienació em provocava com una culpabilitat extranya. No sóc ric, però cada euro del meu compte corrent prové de la passió i d'una estona de feina agradable (no tot són flors i violes és clar).

miércoles, 3 de marzo de 2010

Identitat


Sóc dels que penso que parlar de la identitat personal (o nacional) és parlar del sexe dels àngels. Per contra del que vol fer-nos creure qui postula que la identitat és algo inherent al subjecte, penso que aquesta, cas d'existir, més aviat transita, com el subjecte mateix, i canvia i creix i decau respecte d'aquest. És mutable i alhora no guarda una relació directa o una proporció constant d'atributs amb el subjecte. Jo diria que en tot cas la identitat traspassa l'individu, no l'integra i menys encara el defineix. Altra cosa és el nom. Aquest si que el portem del bressol a la sepultura (a vegades ni això). Potser d'aquí el miratge de la identitat. Respondre a la pregunta "qui ets?" és caure sempre en la paradoxa. L'única sortida airosa és contestar, simplement, "em dic tal".

lunes, 1 de marzo de 2010

Poeta veterano de la guerra de Iraq - Mike Prysner

Hoy he descubierto a un nuevo poeta. Dice ser veterano de la guerra de Iraq. Dice hablar desde la propia experiencia. No sé si es cierto o es un fake. Pero sé seguro que es poesía y que lo que dice son verdades como puños. Gracias Mike Prysner. Y gracias Ramon por pasarme el link ;-)

La primera parte de la primera frase no está subtitulada. El tipo dice: "Por más que intente estar orgulloso de mi servicio, sólo puedo sentir vergüenza."